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Historia de un Maracucho en México (Parte I)

Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Lo que les cuento no es broma y ha de servir al gentilício de mi misma tierra y que piensan venirse a vivir a México. Hay cosas en la vida inexplicables pero las cosas que les pasan a los latinos son insólitas.

Me encontraba en mi primer día en la ciudad de México, recién bajado del avión, no habían transcurrido ni 10 minutos que el avión había pisado tierra cuando me tocó por primera vez estar en un aeropuerto internacional que no fuera el de Aruba. Como no dicen que es lo que hay que hacer salvo bajarse del avión, me dediqué a seguir a la multitud que había viajado conmigo. No tenía ni la más mínima idea de donde ir a buscar mi equipaje así que empecé a caminar, y a caminar, y a caminar, tiempo después, preocupado, comienzo a preguntar: ¿Dónde se busca el equipaje?, la primera respuesta que escuché “merito llegamos”, supe que significaba eso gracias a la traducción que le hicieran a Burro en Shrek 2, así que seguí caminando, aguantando un poco la risa.

Veía lo grande que era el aeropuerto y que alguien me había robado la idea de poner escaleras mecánicas horizontales para no caminar sino dejarse llevar (las que deberían poner en todas las aceras de mi ciudad natal Maracaibo), sin embargo vi como los ex-pasajeros caminaban igual sobre la rampa que desde mi perspectiva iban como a 150kph, también me di cuenta que habían carritos tipo golf que llevaban a la gente, también me dió una idea de como manejaban los mexicanos ya que casi fui atropellado con todo y bolso de mano dentro de ese pasillo interminable. Como 20 minutos después veo que algunos siguen de largo y otros cruzan hacia una puerta, por lo que pregunté a uno de los conductores estacionados que por donde recogía mi equipaje, este ser me dice con su cantadito: “por esa puerta buey”. Aunque mi lastre eran las maletas no me sentía haber arado el pasillo para que sembraran alguna legumbre como para que me dijeran así. Una vez cruzado la puerta me di cuenta que había una cola demoníaca, encabezada por los bólidos ex-pasajeros que usaron la rampa.

Casi una hora después me sellaron el pasaporte y me dejaron salir del salón. A todas estas no tenía ni la más mínima idea si mis maletas se habían quedado en San José de Costa Rica (ya que nos cambiaron de avión y en menos de 20 minutos de haber aterrizado estábamos despegando de nuevo) o en Venezuela. Luego de caminar otro tanto las vi acomodaditas en fila, ahí estaban las mías, que organizados, pensé. Las tomé y caminé hasta donde está la máquina de rayos X. Las puse en la banda y se metieron dentro de la cortina. Una señorita junto a la máquina me hacía señas y al prestarle atención me dice que pulse un botón que estaba frente a mi debajo de un ¿semáforo?, lo pulsé y me fui a buscar mis maletas del otro lado. Que sorpresa verlas todas del otro lado de la máquina de rayos X amontonadas en el suelo cayendo unas sobre otras, gracias a dios mi laptop fue lo último que coloqué. Pero apenas las estaba recogiendo del suelo vi venir una monstruosa, inmensa y exagerada, para no decir requetemollejúa, maletota saliendo de la máquina justo a caerme encima por pendejo, no tuve remedio que arrastrar el bojote de maletas a lugar seguro y ver como la descomunal maleta caía, ahí si no pude aguantar la risa, sólo me la calmó un poco la dueña de la misma pidiéndome que le ayudara a levantarla, cosa que me costó con tanta risa. Una vez colocándome todo el maleteral encima, seguí mi camino a la salida del aeropuerto. Esto es sólo el comienzo, y lo peor: no tenía ni la más mínima idea de ello.

…continúa