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Por qué Dios mio!

Uno trata de ser una persona de pinga, chévere y sencillo, sin muchas complicaciones en la vida de las que ya de por si ella nos da.

Pero no, hay gente que le gusta complicarse la vida como a la gran mayoría de las mujeres, que les encanta tener una colección completa de jabones para usar cada uno de ellos en una sección de su cuerpo, y ¡ay de uno! si usa un jabón de esos sin su consentimiento y en una zona equivocada sin mencionar el olvidado y muy natural pelo que se queda adherido al mismo.

Si me dice la gente que soy muy mañoso es porque trato de hacer las cosas en un orden y usando un patrón determinado, pero no es un ritual ni tampoco tienen que hacer los demás las cosas como las hago yo.

Tambien están los que se la pasan arrechos todo el tiempo, los que no se rien con un chiste aunque sea malo o los que no les da risa ni las payasadas de alguna caricatura que pasen en la TV. Y aunque tambien me dicen que tengo cara de perro (no tengo culpa que Dios me la haya dado así), la verdad es que siempre ando contento y sonriéndome.

Como siempre dicen por ahí: “La vida es una sola y hay que gozarla”.

Pero mientras siga existiendo gente, habrán quienes sigan empeñados en amargarle los sueños más bonitos a los otros.

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Hoy vi…

…otra cucaracha machucada en la calle.

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El totalitarismo de la alegría

Recogido de un artículo en el suplemento de El Nacional, Todo en Domingo, el autor: Rafael Osío Cabrices.

“…

Varias encuestas han establecido que los venezolanos somos los seres más felices de América Latina. Los extranjeros se rascan sus desconcertadas cabezas. ¿Cómo es posible, se preguntan, que este país no haya dejado de hacerse más pobre y más violento desde dos décadas para acá, y la mayoría declare orgullosa a los encuestadores que vive siempre contenta?.

Lo que esos investigadores tal vez ignoran es que aquí no es relevante si nos sentimos bien o no. Lo importante es parecer alegre, pletórico de gozo vital y de sentido del humor. Los encuestados habrán dicho que son felices, aun cuando lleven, como se dice, la procesión por dentro.

En este país con más de 2.000 kilómetros de costa sobre el Caribe está mal visto andar de mal humor. A los que nos hemos atrevido, con el riesgo de ser considerados parias intratables, a manifestar otros estadios del espectro emocional y ser sinceros sobre el mal rumbo que toman las circunstancias, se nos califica de inmediato de “nubegrises”, “chupetica de ajo” y otros epítetos aún más elocuentes que es mejor no citar aquí.

En este país, cualquier extraño –un portero, una ascensorista, la cajera de un McDonald’s, alguien que te acaban de presentar– se siente con derecho a decirte cómo debes sentirte y cómo no, apenas osas salirte del estrecho repertorio de chistes tontos, risitas automáticas y “miamores” con que el manual básico de venezolanidad te insta a relacionarte permanentemente con los otros, no se sabe si con beneficios claros para la convivencia.

–¡Bueno, chico, pero no te molestes, hazme el favor, vale, en la vida no se puede ser así!.

Como resultado, los circunspectos rebeldes estamos expuestos a ser amonestados con una especie de vitalismo de bolsillo que se pretende universal y sagrado. Se te ordena ser feliz, o al menos, simularlo. En este instante, mientras usted lee esta frase, puede haber varios ciudadanos venezolanos diciendo (con la frente en alto, gesticulando con varias partes del cuerpo): –¡Ay, no, mi amor, la vida es muy corta pa’ andá amargao, con esa cara amarrá, qué va, mijo!.

Un amigo uruguayo que se crió en ese Caribe extremo que es Maracaibo y luego se devolvió a Montevideo se queja de que allá en el Sur la gente es “aburrida”. Y, bueno, realmente en el Río de la Plata no hay nadie bailando en los supermercados con la música de ambiente ni programando en el ringtone del celular el tema de “Pedro el escamoso”; lo común es que todo el mundo se esté quejando dolorosamente de lo mal que están, aunque no tengan ni de lejos la inseguridad, el tráfico o el desorden que sufrimos nosotros. Pero mi amigo sureño no toma en cuenta que ese mandato colectivo a estar contento que rige en Venezuela tiene sus defectos también. Me imagino que no ayuda a los tímidos a desinhibirse, que en una fiesta en la que no saben muy bien qué hacer se les eche encima un cardumen de gente y entre gritos los tomen de los brazos, como en un linchamiento, los inserten en uno de los famosos trencitos, “vaaaaamos negro pa’ la conga”, y los fuercen a aferrarse a los cimbreantes riñones de un desconocido.

Y tampoco me parece que contribuya al enriquecimiento espiritual o intelectual de nadie que en el cine haya siempre personas que se ríen hasta de alguna tristísima película danesa, porque de otro modo sienten que perdieron los reales o se van a dormir.

Aquí prácticamente no se puede presionar el obturador de una cámara sin clamar “¡chico pero ríete, no juegue!” y ni en los velorios dejan de circular los chistes más escabrosos. Y eso nunca acabará. Los “raros” estamos condenados a aislarnos o a clavarnos una sonrisa artificial, como el Guasón. El día que se acabe el mundo, entre columnas de fuego y montañas de escombros, se verá a un venezolano deambulando, buscando sobrevivientes con el siguiente llamado apocalíptico: –Bueno, ya no hay que trabajar más nunca. ¿Quién se va conmigo de rumba? ¡Jh!.

…”

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Esta conciencia mia…

La razón de ser vegetariano.

Nunca he entendido a las personas que son vegetarianas. Prefieren una ensalada de lechuga, tomates, cebollas y pimentón a un jugoso bisteck bien cocinado, unas chuleticas de cochino bien carnositas o un irresistible corazón de lomito.

Mucho se dice de la carne y sus consecuencias pero definitivamente si los humanos tenemos dientes para comer de todo, pues, usémoslos, bien si tenemos esos dientes es porque nuestro estómago resiste todo lo que mastiquemos con ellos (epa, siendo objetivos, pilas!). La cosa es no abusar, porque igual, si me mando media tonelada de lechuga en una sentada o me la vivo comiendo eso solamente, o me la pasaría bien agüevoniao como burro con sueño o la diarrea que me daría sería bella. El asunto es el abuso.

Anoche me fui a comer unas costillitas (que no se por que razón nunca me imaginé que fueran de cochino, siempre las imaginé de vaca, lo que come uno sin saber) y en un momento, cuando comencé a chuparme los huesitos, me percaté que si, realmente eran huesos, huesos de algún ser vivo que fue criado en cautiverio, quién quizás nunca vio la luz del día, que no pudo correr libre por el campo, revolcarse en el lodo de una laguna lejos del mundo, conseguirse novia, tener crios, comer cuanta cosa se encontrara y poder elegir seguirlo comiendo si le gustaba.

Empecé a imaginar luego a todos esos animales que nacen por nosotros y para nosotros, los cuales engordamos y cuando están como queremos, le hacemos lo que la bruja aquella de Hansel y Gretel no pudo hacer con ellos.

Imaginé pollos, gallinas, conejos, vacas, pavos, patos, cochinos, avestruces, truchas y todo cuanto animal de producción masiva nos comemos.

Colocando los huesitos en el plato los iba mirando y pensaba, esto sentirá un león si viera unas costillas y dijera: “este Leonardo Arismendi si estaba sabroso, que molleja! vergación!”.

Fue cuando caí en la vida real y me dije: “Mijo!, somos seres vivos omnívoros, comemos todo lo que se nos atraviese, tal cual un oso u otro animal de esos, las vacas se comen a las plantas y nadie llora por eso, todos los días algún carnívoro se come a otro ser y Dios anda feliz porque así lo quiso él al crear tanta diversidad, así que lo que soy yo, me sigo comiendo éstas costillitas de cochino porque lo que están buenas…es verga!!!

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Historia de un Maracucho en México (Parte VI)

Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Ya estoy por cumplir un año en estas nuevas tierras y tengo algo muy importante que comentar. Como en toda gran ciudad, sobretodo superpoblada, me esperaba encontrar con mucha frecuencia una serie de seres vivos que por lo general conviven con los humanos y que no son de su agrado. Me refiero a las cucarachas y similares.

En mi tierra, sobre todo en mi ciudad natal, era frecuente encontrarlas en la calle, en las cocinas de algunas casas donde no hay un régimen de limpieza establecido y frecuente, en oficinas, etc. Al vivir en la ciudad más poblada de mi país, me di cuenta que a más gente más “compañeros”. Pero esta afirmación se ha visto refutada. Desde que estoy en México sólo he visto 3 cucarachas. Si, 3!!!. La primera fue en una estación del Metro, un mes de febrero, cuando el invierno y su frio terminaban e imagino que las amigas ya sentían un calorcito que les daba gusto. La segunda fue en la calle, ya estaba muerta, en una acera transitada y la tercera fue en Acapulco, en una zona poblada muy rústica. No he llegado a ver ninguna de sus primas, tías o parientes cercanas o lejanas.

Esto me ha dejado muy impresionado y aún trato de buscarle una explicación. No se si es que siempre hay más frio (en relación a las temperaturas más bajas que se pueden registrar en un alto porcentaje del territorio de mi país) o porque haya una mayor población de otros seres que posiblemente se alimenten de ellos. La verdad no se, pero de cualquier forma, me ha sorprendido y extiendo mis felicitaciones a quien le corresponda, ya sea gente, el clima o lo que sea, y espero que en un momento dicho modelo pueda ser copiado por el mismo “ente” en mi tierra para gloria, paz y tranquilidad de muchos.

…continúa

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Historia de un Maracucho en México (Parte V)

Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

En esta nueva historia voy a hablar sobre mis experiencias laborales en la ciudad más bella del mundo.

Aclaro que estas son vivencias personales y no son el reflejo del mundo real, sobre todo que está siendo expuesto desde mi punto de vista, así que el que me crea todo lo que diga, allá él.

Mi primera sorpresa de las personas de estas latitudes fue que estos carajos empiezan a trabajar más tarde que’r coño. Uno en Venezuela se tenía que parar más temprano que’l cebillo para llegar a las 7am a la oficina, cuando mucho a las 8am. Aquí la gente viene llegando entre 9 y 10 de la mañana, si no es que le dio “güeva” pararse. Eso si, como que no tienen vida social porque se quedan hasta tarde trabajando, y yo ya a las 5pm que me pican las patas pa’salir esmachetao…Por suerte, o por desgracia, me han tocado trabajos donde comienzo a las 8am, aunque siguiendo las enseñanzas (sabemos que las malas se pegan primero), me aparecía en la oficina entre 8:30 y 9am. Eso si, a las 5pm tin tin, andaba zapateando.

Ya en mi puesto de trabajo observo como los coños dedican de las 8 horas de trabajo, unas 3 horas para: desayunar, tomar café y hablar peperas, echarse unos cuantos cigarros y pelar bola durante el día, el otro tanto lo dedican a trabajar.

Y bueno, como uno dice, las malas costumbres se pegan, pero verga, ya después de un tiempo a uno le da la pirimpimpera y el remordimiento de conciencia, y después de ver como te pagan por chatear, navegar por internet y hablar con los amigos, dices que necesitas un trabajo más exigente para comenzar a usar el cerebro antes que se seque o lo vuelvan a meter en el celofán de “semi-nuevo”.

Y así fue, ahora pertenezco a una empresa donde hay que llegar a la hora o antes, y aunque tengo más comodidades, ahora si hay trabajo de verdad, ese que añoraba. Y como estamos en un super edificio, la gente ya no baja a fumar, me imagino porque los miran feo si se ausentan más de 20 minutos o porque les da hueva bajar el pocotón de pisos para echarse un cilindro.

Lo que si se es que por fin mi concepto del ambiente laboral ha cambiado para mejor.

Y lo que nunca me había pasado en todos los 9 años que llevo trabajando: Estaba sentando trabajando en mi laptop en la oficina oyendo mi musiquita cuando me percato que alguien se me acerca por la espalda, justo cuando me estoy quitando los audífonos, esa persona se reclina y acerca mucho a mi rostro, y cuando volteo hacia donde está me encuentro cara a cara frente a ella. Fue algo de medio segundo, pero la única reacción que tuve fue darle un beso. Luego de eso, como 5 milésimas de segundo después, me percato que es la gerente del área, la jefe de mi jefe.

En el siguiente medio segundo no lo entendí hasta que me dijo: ya van a ser las 4 y tenemos reunión. Que pena! estaba viendo la hora en el reloj minúsculo que tiene windows. Sólo nos miramos por unos dos o tres segundos más antes de que se fuera.

Luego de eso nunca toqué el tema y todo ha pasado como si nada.

Desde que llegué a México me he enterado que un traje sirve para algo más que ir a fiestas, matrimonios y funerales. Aquí se trabaja de traje, y tomando en cuenta que sólo tengo dos, esos bichos ya van a salir caminando y se van a poner a trabajar por mi. Sin embargo es algo que siempre me llamó la atención y estoy disfrutando, ya que ando fufurufo, peinaito, bañaito y vestido de papaíto. Parezco gente importante, bueno, al menos parezco gente, porque ya ir de jean y camisita a trabajar era ya como salir al centro comercial un fin de semana.

Eso si, ahora disfruto más los fines de semana cuando ya después de andar trapujado todos los días me la paso en interiores con franela y cotizas por la casa.

En cuanto al ambiente de trabajo, estamos en Latinoamérica mi hermano, y todo se parece, gente que trabaja como si no tuviera familia, gente que trabaja por trabajar, otros que ni trabajan.

Me siento bien, todo es tranquilo y sin nervios.

Algo que siempre va a existir es la curiosidad que tengo por las homologías entre palabras de mi tierra y las de aquí. De igual forma, la curiosidad de mis compañeros por las palabras que digo. Sucede que entre un montón de palabras, me preguntan como se les dice a los niños, yo les respondo que muchachito, carajito, triponcito o coñito. Esa resulta que fue la última la que más le gustó a una de mis compañeras y lo decía a todo pulmón: “Como es que le vamos a decir a fulanito? que es un coñito?” (porque es pequeño). “Y a tal fulano? que es un coño mamarrúo?”. Se reían, yo con pena.

Definitivamente la vida en México es toda una experiencia de la cual no me voy a arrepentir nunca. Culturas tan similares y tan distintas.

No puedo terminar este capítulo sin dar mi agradecimiento a las personas y a este país que me ha dado la oportunidad de continuar una vida decente y digna.

…continúa

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Historia de un Maracucho en México (Parte IV 1/2) Clone Wars

Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Así como en las “Guerras de las Guarnachas” o Matrix, estas historias tienen unas comiquitas de por medio para medio explicar que ha pasado que no he vuelto a actualizar mi blog con referencia a las historias de un maracucho en México.

Haciendo un sondeo y recibiendo comentarios, me percaté que las historias tenían comentarios que podían herir a gente susceptible, sobre todo a los oriundos del país que me dió (a juro) el

cobijo.

Es por eso que ando dándole vueltas a la cabeza y editando las historias para hacerlas un poco más amistosas, y que todos puedan conocer mis vivencias. Eso si, al chubaca no le paro mucha bola, ya le di purina para que se entretuviera, estaba jodiendo la paciencia.

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Una noche con Kate Winslet

Una de estas noches, ya hace algún tiempo, me encontraba caminando por un centro comercial cuando sentí ganas de comerme algo. Nada de lo que ofrecían en la popular feria de comida me apetecía. Así que decidí irme a esos locales de comida que quedan fuera de éste y que ofrecen cosas alternativas.

Sentado en una mesa ordeno algo de comer. Me voy tomando un juguito mientras me traen mi pedido. Una vez comenzado a degustar mi plato se me acerca una chica, blanca como ella sola, con su cabello castaño claro increible. Mirándome pregunta si me molesta que compartamos la misma mesa, yo solo estaba boquiabierto, era Kate Winslet, una de las chicas más bella de la pantalla grande; por supuesto que le permití sentarse conmigo.

Inmediatamente me preguntó si podía ordenar lo mismo que estaba yo comiendo ya que le parecía bueno. Por mi no hubo problema. Luego de charlar rato largo en un inglés no tan malo en mi caso, llega su plato. Me sonríe y la veo comer, es cuando caigo en cuenta que es un sueño: ambos estabamos comiendo pan francés relleno de caraotas negras.

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Estornudo fótico

Digame esta vaina!

En uno de mis momentos de pela bola me puse a averiguar por internet a ver si conseguía una respuesta de por qué rayos cuando hay mucha iluminación (sobre todo del sol) me da por estornudar.

Si, estornudar cuando hay sol. Resulta que muchos me dicen que es maña o que estoy loco. Yo siempre decía que era alergia al sol, pero no del tipo cutánea sino no se, algo en los ojos que se comunicaba con la naríz, que se yo, como el oftalmólogo siempre me dice que tengo el nervio óptico carcomido (esa fue la palabra que usó) y me lo hizo gráfico entrelanzando los dedos de ambas manos y dejando un pequeño espacio entre cada uno de ellos.

En fin, encontré algunos articulos, pedazos de textos en blogs, etc. y resulta que según lo que leí, sólo el 30% de las personas en el mundo tienen ese ¿defecto?. Es algo hereditario, es decir, que alguien en mi familia también sufre de eso y nunca me he enterado. Esta característica se llama estornudo fótico.

Ahora tengo un término para echarle en cara a todo aquel que me diga que soy raro u otras cosas cuando estornudo con el sol.

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Historia de un Maracucho en México (Parte IV)

Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Disculpen mis amigos por no haber escrito en mucho tiempo, pero es que estaba relacionándome aún más con ésta raza extraña llamada raza mexicana. Las historias son increíbles, las situaciones casi imposibles de creer pero es así, son ciertas, así sucedieron.

En el metro: Ya les he contado historias del metro, ese maravilloso topo-bus que recorre a la ciudad en sus entrañas. Los protagonistas siguen siendo los usuarios. Estos usuarios no los entiendo, uno entra por las puertas al increíble mundo subterráneo con el fin de poder movilizarse rápidamente de un sitio de la ciudad a otro y se encuentra con el siguiente panorama: personas caminando por todas direcciones sin un orden, bloqueándose, chocándose, insultándose unos con otros en palabras que a mi juicio no tienen valor pero que a ellos les llega hasta la madre. Por lo general las estaciones de metro constan de dos pasillos enormes o de un superpasillo por el que la gente igual debería caminar por el lado derecho, como los autos en una autopista, pues no, estos bichos parecen asteroides y fragmentos planetarios luego de una explosión, van por donde les sale del forro creando caos. Otra peculiaridad es que la mayoría van corriendo, será que sólo hay una salida de metro por hora y quieren alcanzarlo antes que se vaya y no se ponen a pensar que pasa uno cada 5 minutos. Entonces ves a estudiantes, abuelitos y gente “enflusá” esmachetaos por los pasillos y escaleras mecánicas, empujándose unos con otros al subir o bajar de las escaleras, de hecho, son mecánicas y como en el aeropuerto, van corriendo dando la sensación de ir a velocidades hipergalácticas, pero eso si, van metiéndose hasta por el mínimo huequito que dejan las personas entre sí mientras usan las escaleras, pero que vaina, siempre usan las mecánicas y las estáticas vacías, ellos prefieren empujar y arrecharse cuando un ciudadano consciente y “ostináo” de esa verga les cierra el paso, jejejejeje ese soy yo. Yo me pongo en medio de las escaleras y extiendo mis brazos para tomar cada pasamanos, por ahí no pasa nadie, siempre hay osados que solicitan les de paso, pero yo me niego, diciendo que falta poco o hablándoles en un idioma X que por supuesto no entienden y que asumen que hablo por mi cara de musulmán arrepentío.

Al llegar al andén, veo como la cuerda de animales se acumula donde las escaleras o los pasillos los condujeron, sin tener la idea de usar el cerebro y pensar que si se dispersan es mejor, no, se abojotan en el centro del andén y cuando llega el tren, nojooooda, se echan coñazos para entrar, y en el caso de los del vagón, salir. Solo se oye como las puertas de los vagones hacen el esfuerzo por cerrarse, pero esos coños no las dejan, las sostienen, el tren se demora, un coño anuncia por los parlantes que dejen cerrar las puertas, nada, las puertas hacen que se cierran y se vuelven a abrir, me asomo y veo como todavía 500 personas quieren entrar en un vagón mientras otras 100 quieren salir, en donde sólo caben 90. En mi vagón, hasta asientos hay. Hablando de asientos, al abrirse las puertas, la gente lo que hace es buscar como locas una silla, se empujan, se miran feo, hasta como que ya tienen las sillas con sus nombres, y no valen viejas, discapacitados ni otro ser preferente al uso. El que toma la silla se sienta y si es hombre se hace el dormido para que no lo jodan y si es mujer sólo falta que saque la lengua. Otra verga que veo con arrechera es que cuando hay un asiento disponible junto a la ventana, si uno solicita sentarse allí, el que sea, en vez de correrse o levantarse para que uno pase, lo que hacen es mover las piernas dejando un huequito para que uno pase, pero como los espacios en general son pequeños, por el tamaño de sus cuerpos, chiquitos los coños’e madres estos, uno tiene que pasarle las nalgas por la cara, aunque ellos se muestran inmutables. Lo corroboré cuando una dama me da “espacio” para pasar, pero en vez de meterme de espalda me meto de frente, pasándole el soldado por el hombro, ni miró ni dijo nada.

Me tocó entonces en hora pico, cuando realmente el andén está lleno de esquina a esquina, salir del vagón. Al abrirse las puertas veo como una horda de animales salvajes se abalanzan sobre mi evitando mi salida, pero lo peor es que me dan un empujón que casi vuelvo a quedar sentado. Mi horror, el pito de las puertas suenan, se van a cerrar, así que me armo de valor y con los brazos en posición de coraza voy empujando y dando coñazo a todo el que tengo enfrente, mujer, hombre, coñito, viejita, hasta que casi llegando a la puerta y estas cerrándose, extiendo mis brazos hacia delante y con todas las fuerzas que tengo empujo a la gente a los lados, lo malo y como es costumbre en mi, diciendo: “mejicanos de mierda”. Creo que por eso se quitaron, se quedaron asombrados, eso si, ya yo fuera del vagón y los coños dentro me doy cuenta que si quedo dentro o uno de ellos queda fuera, hubieran sido mis últimos minutos de vida.

Al salir de la estación, al llegar a la superficie, doy gracias al señor por haber salido, por ver el sol, respirar y sentir friíto, porque no se como una red de metro, con al menos 5 millones de personas montadas al mismo tiempo en las diferentes 12 líneas no tenga aire acondicionado y como una vez les comenté sobre el topo-bus, va con las ventanas abiertas.

Sin embargo, prefiero el metro, arriba, cientos de miles de carros se encuentran estacionados en las autopistas, avenidas y calles, creo que vi a la misma gente ayer en el mismo sitio. Son los momentos en que dudo comprarme un auto, prefiero seguir usando el sistema de transporte público subterráneo, el metro, el metro de México, la ciudad más linda y bella del mundo.

…continúa